Cada cual, a su ritmo

niños manzanas

Qué difícil es aceptar de verdad que cada niña o niño crece a su ritmo.

Lo sabemos, lo repetimos, nos tranquiliza muchas veces, pero siempre suele aparecer un momento, una situación en que esa máxima no nos la creemos, dudamos, nos cuestionamos.

En mi caso fue cuando mi hijo segundo cumplió 15 meses… y seguía sin dientes. ¡Ni uno!. Comía sólidos, por supuesto, y machacaba la comida con las encías, como un viejito.

El niño estaba radiante y saludable, pero… no tenía dientes.

Hasta los 15 meses no me preocupé demasiado, no me dejé a mí misma. Pero a partir de entonces, se me colaban las dudas cuando le veía sonreir (qué paradoja) y miraba a los otros niños y niñas de su edad.

Pensamientos como que lo mismo no tenía hueso que crease los dientes, o que a lo mejor le salían los definitivos a la primera, y se saltaba la etapa de leche, me asaltaban irracionalmente de vez en cuando.

Conseguí no ir al médico a decirle: “doctor, a mi hijo no le han salido los dientes”, por vergüenza de que me dijera: “pues esperen a que salgan”.

Y un día por casualidad, mi suegra comentó que a mi hijo le pasaba lo mismo que a dos de sus hermanos, que no les salieron los dientes hasta muy tarde. ¡Bingo! Hay antecedentes familiares de retraso en el crecimiento de la dentadura… uffff, qué calma…

Por supuesto, a las semanas (o meses, ya no recuerdo) le fueron apareciendo unos dientitos perfectos.

Una lección más del crecimiento personal (en sentido literal) de cada individuo.

 

Como dice una matrona amiga mía, no todas las manzanas caen del árbol a la vez, unas maduran antes y otras después.

Si pensamos en la cantidad de cosas que los niños y niñas comienzan a hacer en su desarrollo, es evidente que en algo nuestras criaturas irán por delante o por detrás de la media: sujetar la cabecita, comenzar a andar, a hablar, a vestirse, a dejar el pañal, a hacer puzles, a leer, a multiplicar, a comer y vestirse autónomamente, a dormir del tirón, ir disfrazado todo el día,  limpiarse el culete,  aprender inglés, jugar al ajedrez, dormir en su cama, tener un “mi mejor amigo/a”, elegir su propia ropa, gustarle un chico o una chica, sentir pudor ante nuestros ojos, pedir un móvil,  salir de casa a dar una vuelta con los amigos, a desarrollar pecho, a tener la menstruación, a tener vello púbico, a cambiar la voz, a querer irse de acampada con sus amigos, a hacer novillos, …

Es curioso lo rápido que queremos que nuestros hijos alcancen esas pequeñas metas de crecimiento al principio de su vida, y lo tarde que queremos que lleguen después.

Aprender a respetar los tiempos de cada persona es casi un trabajo a tiempo completo. Y que requiere unas altas dosis de confianza en la naturaleza y en nuestros hijos.

Lo bueno es que podemos disfrutarlo mucho, como el bocado de esa manzana madura.

3 Comments

  1. Reply

    Qué bueno, Marta. Has dado en el clavo! Es algo que vengo observando desde que soy madre hace dos años, y sin embargo no deja de sorprenderme! La continua comparación entre los niños de edades parecidas es una pose social verdaderamente cansina e inútil, que habría que analizar a fondo para llegar a comprender su razón de ser… Mi refugio siempre es el que comentas: confiar plenamente en la naturaleza, estar segura de que mi hijo está evolucionando tal y como está escrito en sus genes, y que todas las variables entran dentro de lo normal para un niño sano, y continuar día a día disfrutando todo lo que podemos de esa chispa de vida que tenemos la suerte de estar criando… con confianza de que sabremos enfrentarnos a cualquier situación adversa que pueda sobrevenir.

  2. Reply

    Qué razón tienes Marta! Cada niño tiene sus propios tiempos para todo y aprender a respetarlos en un ejercicio difícil. Recuerdo especialmente el momento de quitar el pañal y la competición en el parque por ver quien es el primero en estrenar ropa interior. Cuando van creciendo las comparaciones ya no son sólo entre los padres sino también entre sus amigos. Crecer antes de tiempo no es positivo para los niños, muchos viven y actúan como adultos cuando aún no están preparados para ello, en lugar de vivir intensamente cada etapa. Educarlos en tomarse su tiempo y esperar a estar preparados antes de avanzar es una gran tarea que como bien dices necesita de altas dosis de confianza. Tratemos a los niños como niños y no como pequeños adultos, disfrutemos de cada momento.

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