De tal palo, tal astilla.
Cuando nuestros hijos son pequeños nos preocupamos del futuro, pero necesitamos cubrir las necesidades diarias y por eso ese futuro es a corto plazo (a qué colegio les llevaré, cómo me voy a organizar cuando me reincorpore al trabajo…). A medida que van creciendo son más autónomos, nos dejan más tiempo para pensar, podemos hablar con ellos de temas más complejos y pensamos más en lo que pasará a largo plazo.
A todos nos llena de orgullo el típico “es igual que tú” y sonreímos cuando vemos reflejado en nuestros hijos expresiones y formas de actuar que consideramos nuestras pero a la vez es algo que nos inquieta. Somos un modelo a seguir, sus personas de referencia, modelos de conducta y crecen viendo como se comportan sus padres. Da cierto vértigo pensar que si se parecen tanto a nosotros pasarán por las mismas etapas y sufrirán por los mismos motivos que nos hicieron sufrir a nosotros. Vemos en ellos sesgos de nuestro carácter que nos gustan y otros que amplifican nuestros defectos.
La campaña de marketing de Ikea de este año se centra en el miedo de todo padre a ser un mal modelo. Comer chucherías, pasarse el día pegado al ordenador, ser desordenado… pequeños defectos de los que no nos damos cuenta pero al verlos reflejados en nuestros hijos nos parecen molestos. Finalmente termina con una inyección de optimismo, si educamos con amor les ayudaremos a distinguir las cosas que deben imitar de las que no. Pero ¿y si además nos ayuda a mejorar a nosotros?
Aunque nos resulte difícil somos el espejo en el que nuestros hijos se reflejan, aprenden mirándose en él. Esto no quiere decir que vayan a ser una especie de “miniyo” pues obviamente desarrollarán muchas actitudes gracias a otros factores. Podemos estar tranquilos, heredan nuestros rasgos físicos y psicológicos, aprenden de nosotros, pero cada individuo es una combinación única, no lo olvidemos. ¿Acaso somos nosotros una copia de nuestros padres? La vida nos va moldeando y las personas que encontramos en nuestro camino y las circunstancias que vivimos influyen en nuestra forma de ser.
Cambiemos las tornas, que ese miedo a no ser un buen modelo nos haga mejorar como personas, que nos haga difuminar manías adquiridas a lo largo de los años. Como decía Lorenzo Barno en un post anterior, que nuestros hijos con su ejemplo nos sirvan de maestros.
Lorenzo Barnó
Buen tema el que traes a primer plano, Susana. Me gustó el post.
A mi, personalmente, me da un poco de vértigo eso de ser, para según qué, un espejo de nuestro retoño. En cualquier caso, es una responsabilidad (y un privilegio) y, como tal, hay que tenerla bien presente.
Susana Gallego
¡Gracias Lorenzo! Me gusta pensar que aunque nosotros somos el modelo, con la responsabilidad que conlleva, la enseñanza en este caso no es unidireccional. Gracias a nuestros hijos nosotros también crecemos.
Mar Melgarejo
Gracias Susana por el post!!!! Una reflexión que yo me hago todos los días… mi madre dice que no me muerda las uñas delante de mateo que se le va a pegar!!! … ;P claro… no se da cuenta que yo me las muerdo porque ELLA se las muerde …
Este año ikea está tocando la sensibilidad de muchos papás… con el anuncio del nuevo catálogo también hacen un guiño al momento del cambio, cuando llega el nuevo miembro a la familia… me siento muy identificada con la que no quiere dormir por si el bebe no respira… jajajaja ;)
Amaya González
Un tema muy interesante, Susana!!. Lo bonito es que aprendemos todos, nuestros hijos de nuestras acciones y nosotros, al ser ellos nuestro espejo, nos supone un periodo de reflexión y transformación. Tenemos la oportunidad, gracias a ellos, de desarrollarnos hacia nuestro auténtico ser.