LO QUE APRENDÍ DE MI MAESTRO, MI HIJO BRUNO.
Son más de dos años y medio de verte cada día A nuestro lado. En realidad más, puesto que desde que estabas en la barriguita de tu mamá, ya te sentíamos con nosotros; te cantábamos, te hablábamos, te susurrábamos… Nos íbamos haciendo a la idea de que estabas llegando, pero no podíamos imaginar cuánto nuestras vidas iban a cambiar.
Fuiste concebido desde el amor y como sello ineludible de nuestro compromiso como pareja; eres un testimonio de la dulzura y del cariño que tu mamá y yo nos procesamos. Desde ahí, no podía haber llegado otra cosa que un angelito, un querubín que pone luz a nuestras vidas; que irradia, con su presencia, nuestros destinos y nos hace sentir que pasamos por la vida pisando fuerte, en vez de pasearnos por la misma.
Llegaste con brío, con potencia, en una mañana de noviembre, y pude verte la coronilla antes que nadie; si apuro un poco más, el médico, la médica -fabulosa ella-, ni se entera del parto jajaja.
Una vez fuera, caíste en nuestros brazos y ese instante fue el más hermoso de nuestras vidas. Nada más profundo e intenso que la sensación de aquel momento. Cuerpo, mente, alma y todo mi ser se pusieron al servicio de una sola causa, ser el sostén de la maravilla que a partir de entonces se iba a formar: la simbiosis de una madre y su hijo. Tu mamá, Agnieszka, se convirtió, desde ese instante, en parte de ti y tú en parte de ella. Durante casi dos años fuisteis una sola alma y yo, por suerte, pude estar ahí, disfrutando de vosotros. Para mi, ha sido un privilegio ver tanto amor y tanta hermosura.
A su vez, poco a poco, he ido cogiendo un papel cada vez más protagonista y entrando con tranquilidad en vuestro maravilloso mundo. Ahora, ya sí, somos tres y cada uno ocupa su lugar.
Aun así, y a pesar de que el padre es el padre y no puede (ni, en la mayoría de los casos, debe) hacer de mamá, pude disfrutar mucho de ti. Y no deja de ser curioso que, yo como padre, tenga la sensación, incluso la certeza, de que he aprendido mucho más de lo que te he enseñado. De hecho, en este tiempo, tú, mi pequeño tesoro, Bruno, has sido mi gran maestro.
Soy una persona muy cerebral, demasiado sin duda alguna, y tú me has conectado, desde el minuto uno, con mi parte más emocional, con mis instintos más elementales, pero más necesarios. Tú has despertado al niño que llevo dentro, y jugando al pilla pilla, he disfrutado como nadie. Gracias a ti, el tipo serio y disciplinado que dicen que soy, ha podido conectar con su parte más dionisiaca, con su parte más divertida; te he visto reír hasta destornillarte y esa para mi es una medicina vital.
Has sido siempre un niño alegre y con mucha vitalidad, hemos podido acariciar tu alma y saborear tu inocencia que, por suerte, a día de hoy todavía no has perdido, aunque ¡ya empiezas a hacer tus primeras travesuras!
Esa vulnerabilidad, ese arrojo, ese confiar tranquilo, me da muchas pistas para mi día a día; sé muy bien (de cabeza) que hay que confiar en el destino, pero tú me ayudas a integrarlo en lo más profundo de mi ser.
Por todo ello, y mucho más, hoy tu padre, yo Lorenzo, quería dedicarte estas palabras. Pensamientos llenos de agradecimiento y emoción que no son ni una milésima parte de lo que te mereces tan solo por el hecho de existir, por ser tú en toda tu grandeza.
Porque al final, la mayor lección es que, te miro y te veo y, sin embargo, me miro a mí mismo y veo un ego que muchas veces esconde mi yo real, a ese que tanto busco y que tanto anhelo y necesito. Sólo desde ahí, desde mi esencia, me puedo comunicar, en verdad, contigo y solo desde ahí, tu madre, tú y yo podremos formar una familia unida. Así, nuestro cariño nos guiará por los derroteros de este mundo, siempre sorprendente, y podremos sobrevivir a nuestros propios cuerpos. En un suspiro, volveremos a ser nada, polvo de estrellas, y la vez parte del todo; nuestras existencias terrenales dejarán de existir, pero nosotros volaremos libres y ligeros por el mar del amor que da luz a este mundo.
Pero, mientras llega ese momento, viviré cada día como si fuera el último, porque tú sabes hacerlo y nosotros, podemos aprenderlo de ti.
Un abrazo inmenso de un padre que no cabe de gozo en sí mismo, por el hecho de que tú seas su hijo.
Texto escrito por Lorenzo Barnó, papá de Bruno y marido de una de las fantásticas mamás nidos, Agnieszka Stepien.
Junto a mi mujer, entre otras actividades, somos responsables del blog Haiki, en busca del YO real.
Luis Llopis
Emocionante post, Lorenzo!
Sin duda alguna, Bruno tiene el padre que se merece :)
Abrazos para la pequeña gran familia.
Agnieszka Stepien
Comparto todo lo que aparece en esta preciosa carta. Tenemos un gran maestro en casa y un maravilloso papá que es capaz de verlo con su mirada sensible. <3
Pingback: Mama Nido | De tal palo, tal astilla.
Mar Melgarejo
que preciosidad lorenzo… que emocion!!!
que maravilla escuchar esas palabras… gracias!!!!
Pingback: Mama Nido | Somos neotenios