Aprendiendo a concentrarnos, o cómo domesticar al mono que hay en nosotros
Una de las citas más conocidas de B.K.S. Iyengar es aquella que dice: ‘la mente es como un mono que salta de rama en rama sin parar, sin encontrar un momento de calma‘. 1
Con frecuencia, la figura del dios mono Jánumán está presente en las escuelas de yoga de todo el mundo, ayudando a los practicantes a recordar esta importante directriz, y es que conseguir doblegar nuestra dispersa mente tiene recompensas representadas en las cualidades de la deidad: «A Jánuman se le distingue particularmente por su gran fuerza física y su carácter virtuoso. «.
¿Cómo podemos entrenarnos para lograr tan difícil hazaña? Y si ya es harto complicado para nosotros los adultos… ¿cómo podemos enseñar a nuestros hijos a domesticar su mente?
La práctica del yoga se desvela como una técnica muy recomendable para aprender a concentrarnos, a través de la práctica de asanas, meditación y pranayama -que son ejercicios específicos para tomar consciencia de la respiración. Es abundante y variada la bibliografía que podemos consultar para entender cómo podemos transmitirlos de forma sencilla. A mi me gusta cómo lo describe Ramiro Calle en «Yoga para niños»:
«La concentración es la fijación de la mente en un objeto con absoluta exclusión de todo lo demás. Al niño bastará con decirle: <<Piensa sólo en esto, y cada vez que se te vaya la mente, agárrala y llévala a lo que estás pensndo>>. (…) Se pueden ir procurando ejercicios muy simples de concentración, desde que se imagine un color determinado hasta una flor o una nube.»2
Los ejercicios de concentración puros se suman a la práctica del pranayama, en los que la mente fija su atención en el flujo del aire a través de la nariz y movimientos del diafragma. «Resulta inexplicable que no se haya convertido en una práctica habitual enseñar a respirar a un niño desde corta edad, máxime cuando la respiración es la más básica fuente de energía y una función sumamente importante y vital»3
La práctica de estas técnicas proporciona muchísimos beneficios, entre los que están:
- ayudan a coordinar cuerpo y mente armonizando la biología (biorritmos, tensión arterial, metabolismo…)
- muestran cómo relacionarse con nuestro cuerpo de manera vivencial
- enseñan a auto-serenarse y controlar el estrés, ayudando a eliminar tensiones físicas y emocionales
- previenen estados de irritabilidad, intranquilidad, agresividad, insomnio, trastornos de apetito y depresión.
- intensifican el autocontrol y desarrollan el sentido de la disciplina
Así que ya sabéis… a practicar en familia, y a domesticar esos monos que llevamos dentro!
Foto: www.zazzleart.es
Referencias:
1. Geeta S. Iyengar, «Yoga in Action – Preliminary Course», Ed. Spiral Bound, p. 73 . B.K.S Iyengar es uno de los gurús que más ha contribuido a la difusión del yoga en el mundo de Occidente, y en esta cita parafrasea una frase que se atribuye a Buddha.
2. Ramiro Calle, «Yoga para niños», Ed. Kairós, pp.43-44
3. Ramiro Calle, «Yoga para niños», Ed. Kairós, p.35
Agnieszka Stepien
Qué interesantes, Eva, las ideas que planteas. Desde luego que,de la filosofía oriental, tanto los mayores como los pequeños, tenemos mucho que aprender.
Los niños desde su ingenua curiosidad y falta de los prejuicios, se abren a las nuevas ideas, y si están, a la vez, uniendo la respiración y movimiento del cuerpo, más aún.
Las asanas, con sus nombres divertidos relacionados con distintos animales, les divierten mucho y, con esta increíble flexibilidad que tienen, se lo pasan muy bien.
Ojalá un día las prácticas de yoga entren en las escuelas, harían muchísimo bien a los alumnos estresados.