Mamá, me da vergüenza.
No todos los niños son iguales. Cada niño, al igual que cada adulto, tiene su propia forma de ser y mientras unos se desenvuelven con desparpajo en las interacciones sociales a otros les cuesta mucho e incluso es motivo de sufrimiento.
Hay niños que se esconden tras las piernas de sus padres cda vez que hay visita. Otros, que unos días antes de cada celebración escolar están nerviosos, anticipando el momento de exponerse socialmente, llegando a derivar en ocasiones en fiebre y malestar (que curiosamente desaparece al día siguiente). Las celebraciones como los cumpleaños, en este caso, se viven como momentos de tensión entre la familia. Los padres tienen que tomarlo con naturalidad, darles su tiempo para que se integren. En ocasiones no es fácil, el resto de los invitados con intención de ayudar empeoran más las cosas. ¿Es el momento de pedir ayuda a un profesional?
Filipa Afonso, psicóloga especialista en la intervención con niños y adolescentes en Fobia Social y colaboradora en la Institución Urra Infancia nos da unas pautas.
La timidez y la fobia social afectan a la infancia y la adolescencia manifestándose a través de ansiedad, evitación y retraimiento en las relaciones sociales, sentimiento de vergüenza y pánico al ridículo. Este tipo de conductas se manifiestan en diferentes grados de ansiedad para el niño/a que van a depender de la interpretación que haga de la situación, si está con personas conocidas o desconocidas, grupos grandes o pequeños. Estas variables influyen de manera distinta en cada uno dependiendo de su personalidad. Por ejemplo, hay niños/adolescentes que manifestan sentirse más a gusto cuando nadie en el grupo les conoce, pero hay otros que dicen todo lo contrario. Así, dentro de la misma problemática, se pueden encontrar varios factores influyentes y diferentes grados de ansiedad, pudiendo ser calificada como timidez, el menor grado de ansiedad, o fobia social el máximo nivel que correspondería al grado más grave.
Si vuestro hijo es tímido hay ciertos factores que podéis observar para ver si es necesario pedir ayuda:
- Le cuesta integrarse en los juegos y tiene pocos amigos.
- No le gusta ir a las fiestas de cumpleaños.
- Se siente más a gusto jugando solo o en grupos pequeños.
- No le gusta salir de su rutina.
- Prefiere estar con adultos.
- Se pone rojo con facilidad.
- Enferma sistemáticamente ante situaciones como las anteriores.
Hay que tener en cuenta que algunas de estas variables pueden ocurrir en la vida de los niños de forma pasajera y aislada no siendo preocupantes, no obstante, si se mantiene en el tiempo y resultan problemáticas e incapacitantes para los niños y generan sufrimiento hay que tratarlas y ser conscientes como adultos, padres y educadores, que no podemos con todo.
Agnieszka Stepien
La vergüenza para muchísimos niños es un obstáculo que, para nada, les facilita la vida. Por un lado, puede ser u a movilización de la atención para afrontar una situación nueva o incómoda, pero, por otro, puede bloquear el impulso de acción. Hay niños que se atreven a pesar de la vergüenza y hay otros que se quedan parados. Allí están también los temas como el miedo al fracaso, al ridículo, a lo nuevo. A pesar de la natural tendencia del niño de avergonzarse, siento que los padres podemos ayudarles a superar estos miedos estimulando su autoestima y animándoles ( sin presionar). Gracias por traer este tan, a veces, delicado tema Susana.